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UNAM: La adulteración de los hechos es un instrumento político

Engañar a la gente es solo una manera de distorsionar el debate público, necesario en toda democracia: Raúl Trejo

Para Geysha González la democracia está fallando y perdiendo en la competencia global en cuanto a qué es realidad y qué es falso

La educación es la herramienta poderosa para contrarrestar la desinformación, fenómeno que se ha constituido en un “cáncer” para las sociedades. Ante la manipulación de información se requiere una ciudadanía digital entendida como la que permite discernir entre los contenidos, afirmaron expertos en la Universidad Nacional.

En la conferencia de prensa “¿La desinformación demanda una alfabetización mediática?, organizada por la UNAM y la Embajada de Estados Unidos en México, Raúl Trejo Delarbre, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de esta casa de estudios, afirmó que la distorsión de los hechos ha sido una práctica deliberada en la historia del mundo.

En ese mismo sentido, Geysha González, directora de operaciones del Centro de Análisis de Políticas Europeas (CEPA, por sus siglas en inglés), con sede en Washington, D.C., explicó que la desinformación es la manipulación de información con la intención de borrar la línea entre lo que es realidad y lo que es ficción. Hoy, “actores agresores están tratando de empujar narrativas falsas” que intentan suprimir dicha línea.

La adulteración es un instrumento político, pero la característica de la actualidad es que con el ascenso y uso global y multitudinario de redes sociodigitales “estamos más expuestos a la fabricación de falsedades”. A diferencia de lo que vemos en los medios de comunicación, la información que aparece en ellas es desjerarquizada, revuelta, confusa y breve, precisó Trejo Delarbre.

El especialista en medios de comunicación y medios sociodigitales, e integrante del Instituto para la Transición Democrática, de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información y de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, añadió que hay personas que solamente se enteran de los asuntos políticos y electorales a través de las redes; no leen periódicos y sus prejuicios se refuerzan.

De forma adicional, en la actualidad nos encontramos con la posibilidad de que esas herramientas digitales, además de las mentiras que dicen los actores políticos, tengan contenidos falsos elaborados con recursos de inteligencia artificial generativa, que crea videos, audios o textos. “Esta forma de engañar a la gente es solo una manera de distorsionar el debate público que es necesario en toda democracia”, alertó.

Ante ello, propuso que las empresas etiqueten sus contenidos de manera indeleble para que se sepa si cada material es artificial o no. Además, el papel de los medios de comunicación es fundamental porque “nadie como los profesionales de la información puede aquilatarla o examinar un contenido”.

Raúl Trejo sugirió a la sociedad, por lo menos, hacer el intento de discriminar entre contenido falso y verídico, y cada persona preguntarse si es cierto o no, antes de reenviarlo.

La libertad de expresión es sagrada y debe ser inviolable, apuntó, pero no existe si no hay garantías por parte del Estado; y para ello se requiere pluralidad. “Hay gobiernos que se erigen en interventores de la verdad, y quieren decirle a la sociedad qué es mentira y qué es cierto. Y aquí enfrentamos el riesgo de que los sesgos que tiene cada uno se impongan y, en vez de verificadores, tengamos ‘pontífices’ de la verdad”.

Por ello, insistió, hay que exhortar a que haya una ciudadanía digital, sin olvidar que no hay ninguna libertad que sea absoluta y que tampoco requiera de leyes. Lo mismo ocurre con la de expresión para amparar la privacidad y honorabilidad de las personas contra difamaciones, concluyó.

Al retomar el uso de la palabra, Geysha González detalló que ese fenómeno es un “cáncer en nuestras sociedades”, que afecta la comunicación de unos con otros, la salud (como ocurrió con el tema de las vacunas durante la pandemia), la manera en que se discuten temas importantes, y “nos separa”. Además, lo hace de manera efectiva.

Las redes sociales, recordó, son un negocio que no se basa en hechos verdaderos o falsos, sino en cuánto tiempo pasa el público en ellas. Por ello, consideró, la manera más adecuada de contrarrestar la desinformación “es el individuo”.

Al respecto mencionó que la desinformación es como fumar: adictivo; al mundo le encanta saber, “clickear”, seguir; “pero el cigarrillo causa cáncer, y a pesar de ello la gente decide fumar”. Como ciudadanos preocupados por la democracia y el futuro, lo más importante deben ser los individuos, que deben verificar la información, y buscar la verdad y los hechos. “El ciudadano tiene la responsabilidad, y el poder de saber la verdad”.

Lo más valioso de las sociedades democráticas es que nadie puede restringir la libertad de expresión; “puedes decir tu opinión y expresarte”. En ese sentido, la solución no es su restricción. Para verificar qué es verdad, pueden participar la sociedad civil y los periodistas, por ejemplo, recalcó.

Una de cada tres personas en Estados Unidos recibe información noticiosa en TikTok. Cada individuo tiene la responsabilidad y necesita las herramientas para identificarla en las redes sociales, añadió González.

La democracia está fallando y perdiendo en la competencia global en cuanto a qué es realidad y qué es falso; “no estamos contrarrestando las falsedades que se propagan en la sociedad”. Para lograrlo, reiteró, la educación es la herramienta más poderosa.

 

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